Ética ciudadana para la justicia

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Muchas gracias a todos por acudir a este llamado de la Procuraduría General de la Nación a este importante evento de reflexión sobre la ética

Muchas gracias a todos por acudir a este llamado de la Procuraduría General de la Nación a este importante evento de reflexión sobre la ética, la justicia y la democracia en un país que vive un difícil proceso de transición, de la guerra a la paz, en medio de la desconfianza y el escepticismo

Muchas gracias a nuestros socios en este certamen: la Organización de Estados Iberoamericanos, la Corporación Excelencia para la Justicia y el diario el Universal. Y, por supuesto, a nuestros panelistas, nacionales e internacionales, quienes nos darán luces sobre la manera cómo podremos salir de la crisis de legitimidad que vivimos, ante el embate de la corrupción, que amenaza con llevarse por delante la democracia y alentar aventuras populistas o autoritarias.

ÉTICA PARA VIVIR EN PAZ

El país vive tiempos de profundas transformaciones. Durante más de cinco décadas el humo de la guerra no dejó ver la corrupción, pero tampoco los más graves problemas que lastiman de tiempo atrás la confianza colectiva. Con el silencio de los fusiles, los colombianos descubrimos que las Farc fueron de alguna manera el teflón de los corruptos y la democracia fue lesionada por la ausencia de una sociedad civil organizada, fuerte y empoderada. Durante las diferentes violencias que ha vivido el país, muchos de quienes alzaron su voz para protestar fueron etiquetados como subversivos y sus reclamos fueron silenciados, muchas veces para siempre.

En primer lugar hay que decir que defender la vida en Colombia es un asunto ético. Si algo justifica la paz es la esperanza de que el Estado pague la enorme deuda contraída con más de ocho millones de víctimas que reclaman verdad, justicia, reparación y no repetición. El juego sucio de la guerra debe culminar ya. No más desangre de inocentes. La firma de los acuerdos de paz tiene ese propósito. Hay que parar la máquina de la guerra e impedir que tome nuevos bríos.

La Procuraduría ratifica su compromiso de trabajar con el corazón al lado de las víctimas, y luchar para que se respeten los derechos a la vida, la dignidad, y la no estigmatización de los defensores de derechos humanos. Seremos magnánimos con los débiles y duros con los poderosos; esa es la máxima de esta Procuraduría.

El paramilitarismo, que renace hoy con diferentes disfraces, es la peor amenaza a los acuerdos de paz. En los territorios el país se está jugando la credibilidad de lo pactado en temas como la tierra, la sustitución de cultivos ilícitos, las garantías de protección a los ex combatientes, la participación ciudadana. La muerte de siete campesinos en Tumaco y de varios desmovilizados de las Farc, en varias zonas del país, es un campanazo para que el Estado cumpla lo pactado. Y para que el país entienda que hay que movilizarse para impedir un salto al pasado, como algunos quisieran.

La ética también es ser solidario con las víctimas. La muerte de decenas de líderes sociales en los últimos meses es una vergüenza para el Estado. La Procuraduría trabaja por la defensa de los defensores de derechos humanos y por garantizar que no haya impunidad y los culpables por esos crímenes paguen sus culpas.

ÉTICA Y DEMOCRACIA

Sin ética no hay democracia. Es mentira que para ser buen político hay que ser cínico, untarse las manos y violar todas las leyes con la astucia de quien le encuentra el pierde a la ley. El país cada día tiene más consciencia del fuerte impacto de la cultura de la corrupción en una democracia débil, sin partidos políticos organizados y consolidados, que durante tantos años ha estado a merced de los más violentos, especialmente, en los territorios donde la Constitución no existe. Por desgracia, sin organizaciones ni movimientos políticos solidos queda el camino libre a los mesianismos que demuelen la riqueza de las naciones y se consumen la libertad de los ciudadanos. Solo basta mirar a Venezuela. Por eso hay que tomarse en serio las claves éticas de una sociedad democrática que pretende ser justa, como ha dicho Adela Cortina, quien nos honra su presencia en este foro.

REINVENTAR LA POLÍTICA

En tiempos de incertidumbre es imperativo ético reinventar la política, para que vuelva a ser una actividad honrosa, marcada por los valores democráticos. La ausencia de ética ha aumentado la desaprobación ciudadana a la política y aumentado la sequía de confianza. El matrimonio entre contratistas y políticos ha corrompido la acción política, contaminado a los electores y convertido el erario en un botín que se reparten sin escrúpulos los más avivatos.

La lucha de ideas y no la confrontación de billeteras deben marcar el futuro de la democracia. Se necesita una reforma política integral, que modernice la democracia y honre lo pactado en los acuerdos de La Habana.

Imponer la financiación total de las campañas y cárcel a quienes violen las leyes electorales, ayudará a que los ciudadanos actúen y castiguen con su voto las credenciales manchadas de sangre y corrupción.

Las elecciones de 2018 serán una prueba ácida para el sistema político. Serán las primeras sin las Farc como aparato armado, y, esperemos, con el Eln cumpliendo el cese al fuego. De la capacidad de los partidos políticos y movimientos sociales para romper el cerco de la polarización, y derrotar la corrupción, dependerá que esos comicios afiancen la paz como un mandato inmodificable y perdurable.

La Procuraduría estará, desde ahora, atenta para garantizar que el tarjetón electoral tenga el sello indeleble de la ética.

UNA OPORTUNIDAD PARA REINVENTARSE

El fin del conflicto armado con las Farc le ha brindado a Colombia la oportunidad de reinventarse, siguiendo los principios de la Constitución de 1991, un referente ético indiscutible que tiene como pilar la dignidad humana. Es largo el listado de tareas pendientes para avanzar unidos en el diseño de una Colombia nueva de oportunidades y bienestar. Hay que empezar por defender y hacer realidad la Constitución de 1991 y darle la espalda a la política del odio, al egoísmo y la insolidaridad. No podemos caer en la trampa de la extrema derecha y la extrema izquierda para impulsar impredecibles aventuras constituyentes en nombre de la modernización de la Justicia.

Silenciada la guerra, implementados los acuerdos de paz; erradicado el paramilitarismo y el narcotráfico; rejuvenecida la sociedad civil, empoderados los nuevos liderazgos; reinventada la descentralización; reparadas las víctimas, reformada la justicia y la política; ajustado el modelo económico, entronizada la educación como factor fundamental del desarrollo, parece una utopía pero es como Colombia encontrará el camino de la convivencia democrática. De ese tamaño es la monumental tarea que tenemos por delante como sociedad. Pero sin ética no habrá futuro. Ni paz, ni justicia.

LOS DINEROS PÚBLICOS SON SAGRADOS

La reconstrucción nacional debe hacerse con valores éticos que erradiquen los anclados criterios de que ser pillo paga, ser corrupto da estatus y la ley del más vivo es la que vale. Tanto como la ley de la codicia y del enriquecimiento rápido.

Anualmente entre 30 y 50 billones de pesos se pierden en manos de las mafias que saquean el Estado. Hay que caerle con todo el peso de la ley a los bolsillos de esos delincuentes para recuperar los dineros que le han robado la salud, la educación, la vivienda, el trabajo, el bienestar y las oportunidades de bienestar a los más débiles.

Tampoco podemos permitir que los inescrupulosos salgan victoriosos de sus maquiavélicas triquiñuelas para reciclarse en el campo de la salud. Lo sucedido con Medimás es la historia de un paciente con muchas vidas: murió como Salucoop, resucitó como Cafesalud; falleció y nuevamente revivió, nacido del vientre de una empresa con dificultades para responder por la salud de cinco millones de colombianos.

El Estado debe impedir que sucedan experimentos empresariales, que convierten a los pacientes en clientes, enriquecen a sus accionistas y se burlan de la ley mientras la gente se muere en las puertas de los hospitales. Por eso la Procuraduría no cesará en su defensa de los derechos a la salud de los colombianos.

Es contra todo eso que se expresa con ímpetu en las redes sociales una ola de indignación ciudadana, que mutará a una primavera anticorrupción que estoy seguro se hará sentir en las próximas elecciones.

¿PRIVADOS DE ÉTICA?

El país debe tomar consciencia de lo que está en juego y actuar. La inacción es la peor vía para salir de la crisis de confianza que nos agobia. Los nuevos tiempos de incertidumbre exigen unidad de todas las voluntades. El regreso de la ética no llegará de la mano de extraterrestres, sino de ciudadanos comprometidos, dispuestos a dar muchas batallas en los territorios. Seamos claros: recuperamos la ética o el país se derrumba.

El sector privado es fundamental en esa tarea. Los pactos por la transparencia suscritos con diversos gremios y organizaciones son un gran avance. Pero falta mucho más. Para comenzar, hay que hacer realidad lo pactado. Todo empresario, trabajador, ciudadano está obligado a convertirse en veedor del buen manejo de los dineros públicos, y a repudiar y sancionar a quienes insistan en las prácticas de la ilegalidad. Las multinacionales que han saqueado al Estado deben perder todos los privilegios y salir del país con las manos vacías y las sanciones impuestas.

JUSTICIA SIN ÉTICA NO ES JUSTICIA

Pero dónde más ha impactado la crisis de la ética ha sido en el aparato de Justicia. Las imágenes de ex altos funcionarios de la Corte Suprema encarcelados, investigados o sindicados de ser cabecillas de una red delincuencial de venta de fallos y compra de testigos, es una gran humillación para los colombianos. Nunca se había visto tan mancillada la justicia.

El poder judicial tiene la oportunidad de demostrarle al país que es capaz de autorregularse, de autorreformarse y de autodisciplinarse. De otro modo le caerá encima la guillotina de una Constituyente implacble.

Para superar ese lamentable estado de cosas la Procuraduría ha iniciado un profundo proceso de debate y participación ciudadana que debe conducir a un Gran Pacto de Estado por la Justicia, en un proceso en el que se deberán escuchar todas las voces, incluidas las altas Cortes. La Procuraduría ha iniciado ese camino de la mano de los decanos de las facultades de derecho, los estudiantes, la academia de jurisprudencia, los medios de comunicación y las asociaciones y ligas de abogados. Hasta el momento hemos realizado seis audiencias para escuchar a los jóvenes y profesores.

Este evento es, en esencia, un llamado hoy, desde nuestra Cartagena, a los colombianos para repensar la Justicia desde la ética. No basta con ajustes cosméticos, deben ser reformas profundas y ojalá inmediatas. Si no se actúa ahora, es sombrío el futuro de la justicia.

Y aquí es imprescindible hablar de educación, un tema vital en la construcción de la cultura de paz y la ética. Los nuevos abogados deben estar inmunizados contra las malas prácticas que hoy golpean el sistema.

NUEVAS AGENDAS, NUEVOS LIDERAZGOS

Son los jóvenes quienes deben liderar la construcción de la Colombia nueva. Hoy aquí están los personeros de varios colegios de la ciudad. En 1991 los estudiantes fuimos capaces de derrumbar los mitos que impedían la reforma de la Constitución de 1886. Con nuestra decisión hicimos posible una Asamblea Nacional Constituyente y le pusimos nuestra firma a la Carta Política de 1991, que sigue hoy más vital que nunca.

Otra Constituyente hoy no solo es innecesaria, sino recorrer ese camino sería un suicidio colectivo en momento de fractura del país. Las nuevas generaciones tienen nuevas agendas que incluyen la defensa del medio ambiente y los derechos económicos, políticos y sociales, en una sociedad incluyente. La lucha contra la corrupción y contra la desigualdad también deben ser sus prioridades.

LA POSVERDAD NO ES ÉTICA

Por supuesto, la reforma a la justicia, la reforma política, la reforma del modelo económico serían más viables si no existiera el grave estado de polarización, que crece con la proliferación de la mentira y ha convertido la sensatez y el equilibrio en artículos de primera necesidad.

La pos verdad ha borrado la capacidad crítica de los colombianos. La mentira se ha entronizado como el arma letal para demoler la democracia e imponer liderazgos. El monopolio de la verdad fue demolido por el imperio de la pos verdad. La verdad está sucumbiendo en las redes manejadas por los pescadores de odios.

Por eso resulta vital el debate sobre ética y medios de comunicación. Sobre la necesidad de formar nuevos ciudadanos capaces de analizar la información y no tragar entero. Qué bueno que en este evento nos acompañen maestros de la comunicación como Juan Gossaín quien nos ayudara a pensar, en voz alta, sobre el papel de la comunicación en la construcción de una nueva ética de la comunicación para vivir en paz.

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