Consideraciones epistemológicas

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Las consideraciones epistemológicas aluden a la manera de estructurar, organizar y validar el conocimiento, a partir de unas razones, lógicas y experiencias en la construcción de relaciones de conocimiento con sentido para la época y la sociedad. Para esto se requiere un proceso de sistematización e incorporar los principios que rigen a toda la producción de conocimiento, tales como el rigor, la coherencia y la consistencia. De ahí que la epistemología es un proceso de organización del pensamiento y el conocimiento, que incluye las condiciones y exigencias de análisis, interpretación y construcción de sentido a presente y futuro.

Para hablar del campo epistemológico en un programa de investigación como el del IEMP, es preciso ser lo suficientemente amplio y generoso en las posturas teóricas que dan cuenta de la realidad. Asumir un punto de vista determinado, no solo es improcedente éticamente, tratándose de una escuela de pensamiento que tiene bajo premisa fundamental la libertad de pensamiento, sino que también constituye una clausura epistémica innecesaria, en donde la pluralidad de enfoques y perspectivas, debe ser el criterio que guía nuestro quehacer.

Para entender la complejidad actual y la responsabilidad académica de las indagaciones teóricas y prácticas de un instituto como el IEMP no es preciso hacer una historia de la teoría del conocimiento, que parta desde la Grecia antigua, empero si es menester traer a colación algunas consideraciones que fueron marcando los rumbos y las rutas del pensamiento moderno que deben estar presentes en la actividad científica.

Los criterios que marcaron la forma de pensar de gran parte de la Edad Media, se sustentan y se desprenden a partir de la idea de Dios. En este sentido las criaturas del mundo y la naturaleza estaban contenidas en él, como figura principal y organizadora del universo. La idea del universo y de su correlato epistemológico es completamente orgánico, y frente a la naturaleza y a sus criaturas, no queda sino la opción de la contemplación como obra divina.

Es en las disciplinas como la matemática, la geometría y la astronomía, que comienza a advertirse el desplazamiento epistemológico de la semejanza y la analogía como criterios cognitivos de la Edad Media a un campo más aplicado a la realidad sensible en el que la observación ocupa la supremacía epistémica.

Esto significa, entre otras cosas, que cuando hablamos de la observación, hay dos exigencias fundamentales, por un lado, se comienza a constituir un sujeto cognoscente, pergeñado con una serie de herramientas metodológicas que le permiten el ejercicio de observación, y por el otro lado, la cosa u objeto que se deja atrapar por el sujeto, constituyendo un conjunto de propiedades y características. Este ejercicio de observación les imprime a los dos elementos expuestos (sujeto y objeto) una distancia prudencial que es la base epistemológica de la imparcialidad investigativa. Quien conoce, toma distancia con el objeto para poderlo observar y advertir su funcionamiento.

Cuando la observación se configura en el campo teórico práctico de la investigación, la mirada con su órgano visual, adquiere la supremacía epistemológica. Observar y conocer también equivale a ver. Estas sutiles pero profundas modificaciones en los modos de pensar, se van expresando en la emergencia de nuevas disciplinas del conocimiento, tales como la astronomía, la física con sus desarrollos newtonianos, la química, la mecánica, y la antropología, que sirvieron para consolidar la supremacía epistemológica de Europa, en detrimento de los demás territorios del mundo, ubicando el debate epistémico antropológico entre civilización y barbarie.

Aquí también vale la pena resaltar que fruto de estas nuevas técnicas de conocimiento y de poder, pues el conocimiento da estatus, la medicina incursiona en la práctica de la cirugía, descubriendo el funcionamiento de los órganos para su intervención.

Estas prácticas novedosas en distintas disciplinas, y desde diversos pensadores como Descartes, David Hume, Robert Bacon, Leibniz y los filósofos de la Ilustración van preparando el terreno de una de las corrientes más importantes y decisivas del pensamiento durante el siglo XIX, el cual es el positivísimo, enfoque que privilegia la realidad como dato por encima de cualquier otro ejercicio de carácter intelectual que no sea susceptible de ser medido.

Las nuevas orientaciones positivistas, cumplen un papel fundamental en la emergencia del nuevo orden social capitalista, que bajo la premisa del progreso indefinido requiere de una orientación epistemológica, que vuelque todo el peso de la prueba en la observación de todo aquello que pueda ser precisado, medido y demostrado fácticamente. Esta orientación la encuentra en el positivismo que lleva sus alcances hasta las primeras décadas del siglo XX.

Positivista es la ciencia que busca establecer las leyes que rigen el orden natural y el orden social, por eso no es casual que Augusto Comte llamara por primera vez a la sociología como la física social, buscando la equivalencia con las leyes de la física natural. Los desarrollos epistemológicos del siglo XX, destruyen la confianza que había inaugurado el positivismo, rebatiendo ahora el concepto de realidad como simplemente aquello tangible que podía ser observado y medido.

La teoría de la relatividad de Albert Einstein, el principio de incertidumbre de Heisenberg, entre otros, y las nuevas perspectivas de los estudios sociales a partir de la etnografía, la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y la fenomenología de Husserl, son algunas de las tentativas que comienzan a socavar los cimientos del culto positivista y a producir epistemológicamente nuevas aventuras en el pensamiento contemporáneo. Incluso en la física que se preciaba de profundamente positivista, los desarrollos del átomo y sus partículas invisibles, destruyen la confianza en el estatuto de la observación.

De igual manera, estas nuevas emergencias disciplinares cuestionan la diada sujeto-objeto, como presupuesto para el ejercicio imparcial del conocimiento y se atreven a proponer grandes modificaciones de este paradigma que adquiere un interesante desarrollo desde las ciencias sociales, cuando se explica que en este campo no hay sujeto investigador y objeto social por investigar, sino que nos vemos abocados todos a ser sujetos y objetos a la vez de la investigación, por cuanto quien investiga también es un sujeto constituido por la historia, por la comunidad o sociedad a la que pertenece y sus conclusiones o recomendaciones también están permeadas por esta condición social.

De manera que la implicación de quien conoce en lo que es conocido, es parte de la declaración de posibilidad, la amplitud de formas de abordar el estudio de la realidad que son válidas para las ciencias sociales hace indeseable, como ha sido señalado previamente, el declarar una sola forma de aproximación al nuevo conocimiento, y por el contrario, es la pluralidad la que enriquece las posibilidades humanas de comprender las realidades sociales, políticas y económicas, en un entorno cambiante y sometido a lógicas humanas tan contradictorias como alejadas del deseo de control del mundo.

El componente investigativo del IEMP, fundamenta su quehacer en la construcción social del conocimiento. En este sentido, como aporte al estudio de las distintas problemáticas se proponen líneas de investigación base, para producir diagnósticos, trabajos elaborados bajo metodologías descriptivas, análisis causales y estudios prospectivos, así como diseños y propuestas que sirvan de referente tanto para el Ministerio Público, como para las demás autoridades estatales, sin desconocer el interés en la construcción de ciudadanía y de respeto a los derechos humanos como un interés cultural, práctico y emancipatorio, además de técnico.


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